sábado, 21 de noviembre de 2009

Este asunto de los artículos


Este asunto de los artículos para Entre Líneas me tiene tan ocupada que no tengo tiempo de vivir dentro de la novela. Me parece que no fue buena idea. En fin...ya está hecho. Como el primero ya salió lo puedo subir acá va:


La masacre de Recreo

(Primera entrega, de tres: la fuga)

A seis años del fallo ejemplar que otorgó a Claudia Guadalupe Vega una indemnización ¿una reparación?, la víctima sobreviviente sigue esperando que se haga efectivo el cobro. Claudia fue la única sobreviviente aquella tarde del 12 de diciembre de 1995. Su madre y sus cuatro hermanos fueron asesinados. El asesino: Marcelo Graciano “Chajá” Ferreyra, un prófugo condenado por asalto y violaciones.

El 30 de octubre de 2003 un fallo del Tribunal Colegiado de Responsabilidad Extracontractual N°1, Secretaría Segunda Expediente 386/2009. Autos caratulados: Vega Claudia Guadalupe y Otro c/ Provincia de Santa Fe, condenó por unanimidad a la provincia a pagar una indemnización.

La Fiscalía de Estado recurrió la sentencia y la Sala N°1 de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial "ratificó la sentencia de primera instancia, en todos sus términos, en forma unánime”.

Pero aquella tragedia no comenzó en las primeras horas del 12 de diciembre de 1995, comenzó mucho antes, cuando Marcelo “Chajá” Ferreyra, por entonces detenido en el penal de Las Flores, planeó y llevó adelante una fuga de película.

Ferreyra en Las Flores

La estancia de Ferreyra en la Flores no era la de un reo cualquiera. Es que Ferreyra había sido trasladado desde el penal de Coronda para evitar que los internos tomaran represalias por su comportamiento. Ocurrió que en Coronda, un grupo de presos del Pabellón 6 denunciaron a un grupo de penitenciarios, entre ellos jefes, celadores, y uno o dos oficiales. En total eran cinco o seis; los denuncian por apremios. La denuncia era sólida. No estaba claro cómo había pasado pero era evidente que habían sido golpeados. Como consecuencia, incluso los jefes fueron procesados. Debido a que se trataba de penitenciarios fueron alojados en el Servicio de Infantería. Finalmente quedan en libertad porque un reo declara a favor de ellos. Ese reo fue El Chajá.

Ferreyra contó qué fue lo que pasó; declaró que vio a los internos golpearse entre ellos para simular todo. Él declara en contra de los internos y por ese motivo lo trasladan a Las Flores. Una vez allí, los agentes del servicio penitenciario se encuentran con que no pueden alojarlo en un pabellón con el resto porque su vida peligraría; entonces lo ponen en la enfermería. No había otro lugar posible. El penal no estaba preparado. Aquel era un sector de dos pisos. Debajo se encontraba la enfermería y un consultorio médico; arriba había 2 piezas de aislamiento con 4 o 5 camas para internación, pero en realidad no se internaba a nadie porque con los medios de que disponían era imposible. Siempre existió esa “sala de internación” y fue en una de esas habitaciones a donde llevaron a Ferreyra.

Los internos no permanecen todo el día en su celda y Ferreyra no era una excepción. Durante el día, realizaba tareas de limpieza, lo que se da en llamar la función del cuartelero, el fajinero. Pasaba el tiempo en la oficina donde está el oficial a cargo de los celadores del pabellón. Ahí cebaba mate, barría. El Chajá, a quien en el expediente también llaman Laucha, estaba todo el día con los penitenciarios y eso le permitió ser una pieza clave en la fuga. Él sabía lo que era hacer un libro diario, sabía cómo se operaba la radio, cómo los penitenciarios se comunicaban entre ellos cuando había algún problema; qué hacían y qué no hacían. Ferreyra era un interno solícito, ordenado, tranquilo, hasta simpático, y se ganó la confianza de algunos celadores. Según declaraciones de uno de sus cómplices al ser indagado, “Ferreyra tenía al parecer un arreglo”.

La Fuga

La fuga se gesta en el Pabellón I. Es ideada por dos internos, Miguel “Pilincho” Romero, a quien llamaban de ese modo porque tenía cara de pibe, y Roberto “Escopeta” Villalba, que se ganó el apodo porque utilizaba una escopeta en sus correrías. El plan comenzaba con la entrada de un móvil para trasladar un interno que simularía estar enfermo. Para lograrlo necesitaban quien operara la radio, así que lo contactan al Chajá. Serían entonces tres en total los fugados, pero en medio de la evasión, dos reos del Pabellón I se agregan al grupo. Eran Toribio González y Claudio García.

Amenazándolo con un arma, Ferreyra obliga al guardia de enfermería a pedir el móvil arguyendo que un interno está gravemente enfermo. Declara luego: “yo lo apreté a los milicos,…ellos actuaron amenazados por mí, mediante el cuchillo que yo tenía en la mano”.

Ferreyra sale de enfermería y mientras los celadores duermen libera a sus cómplices. Según el expediente, a fojas 79: “Villalba señala que Ferreyra les iba mandando los empleados penitenciarios de a uno para que los demás los metiéramos en el baño. Una vez reducido todo el personal, en total 7, nos dirigimos a la enfermería donde dormía el oficial a cargo…, mas adelante agrega que a medida que Ferreyra los traía nosotros los metíamos en el baño y los atábamos…” y continúa “…los principales actos han estado a cargo de Ferreyra como él mismo lo admite, todos los evadidos contribuyen a su resultado al inmovilizar al personal, despojarlos de sus ropas, atarlos o amordazarlos, violentarlos…”

El penal tiene dos portones, el de conserjería y el que está cerca del hospital que es un portón auxiliar. El móvil entra y se dirige al portón del hospital. Una vez allí suben los 5 internos y el oficial que estaba a cargo. Comúnmente, cuando se llama al móvil, un efectivo de la guardia acompaña al chofer, es por eso que en total fueron 3 los penitenciarios que se llevaron con ellos los fugados. El resto del personal quedó encerrado en una celda en el Pabellón I. Eran alrededor de las 3 de la mañana. Recién a las 5,05 hs. La autoridad policial toma conocimiento de la evasión.

En el penal hay dos guardias por día: Seguridad Externa que cuida el cordón exterior formado por las garitas que pueden verse si uno circula por Blas Parera, a cargo de un oficial y los centinelas; y Correccional, a cargo de un oficial y los celadores, que son los que están en los pabellones.

Las fugas del penal son raras, casi inexistentes, generalmente son de presos que salen con permiso. Existen permisos judiciales, salen y no vuelven; o se les escapan al penitenciario cuando el permiso es con custodia.

Existen muchas versiones que hablan de los privilegios de los que gozaba Ferreyra y que habrían posibilitado la fuga. Esta es una de ellas: inicialmente Las Flores estaba en medio del campo, en los años 80, hasta al río no había nada, pero con el tiempo la ciudad la fue rodeando y en 1995, la garita 3 estaba pegada a un boliche, un kiosco donde vendían bebidas. En aquel tiempo en las Flores los internos del Pabellón I eran los únicos que gozaban de visita íntima de 8 de la mañana a 5 de la tarde; y fue una mujer, que por entonces visitaba a Ferreyra como su pareja, la que habría comprado bebidas que ingresaron al penal. En el expediente no consta esta circunstancia, sino solamente que el personal se encontraba durmiendo; sin embargo a fojas 77 puede leerse lo siguiente: “la defensa técnica del procesado González... menciona el estado de su pupilo por la ingesta de alcohol y medicamento (rohipnol), versión que no ha sido rebatida...”.

Durante el recorrido hasta la salida, se obviaron cuestiones reglamentarias de seguridad, y hubo detalles extraños que no llamaron la atención de los guardias. Por ejemplo, que al solicitar el móvil se dio un nombre falso o que al salir el chofer rechazara la devolución del arma reglamentaria, que como es obligatorio, había dejado en la guardia al ingresar. Tampoco se verificó que estuviera autorizada la salida.

Cuando el móvil pisa Blas Parera, Ferreyra abre la puerta y se tira. Lo habían dejado ser útil para la fuga pero él sabía que corría el riesgo de que sus cómplices lo mataran por el episodio de Coronda. Una vez en Santo Tomé abandonan el móvil y huyen en un Renault 9 que sustraen a un remisero amenazándolo con un arma de fuego.

De aquel grupo se recapturaron Romero y Villalba; de los otros dos nunca más se supo.

Once días después, Ferreyra cometió los crímenes, según dijo, “porque esa tarde tenía ganas de matar”.

Nota: Las fotografías han sido intervenidas y se tomaron del expediente con autorización del abogado de Claudia Vega.

Los entrecomillados en negrita son citas al Expediente 386/2009. Autos caratulados: Vega Claudia Guadalupe y Otro c/ Provincia de Santa Fe, que tramita en el Tribunal Colegiado de Responsabilidad Extracontractual N°1, Secretaría Segunda.

No hay comentarios: